En esta historia que empieza hay de dos sopas. La primera, ir al campo, a la casa de invierno, comer cemitas, pasear por el pueblo, dormir en mi semi-pieza y hacer jugos para la familia. La segunda, quedarse, trabajar, leer, ir a donde José, ir al cumple de Socra y afrontar el destino.
La ansiedad permanece incesantemente, y no cede por más indigestión postnavideña ni paseos en bici esquivando cohetones.
Me caga este miedo.